Con los precios subiendo a un ritmo del 27.5% anual, un déficit fiscal que se multiplicó por seis comparado con el mismo período de 2014, y un dólar que no se mueve mucho, la situación no es una que nos gustaría heredar como nuevo gobierno. Básicamente, porque la próxima administración tendrá que hacer el trabajo sucio, o el famoso ajuste. Acumular años de inflación, déficit fiscal o atraso cambiario (dólar) no es sostenible en el largo plazo.
¿Qué es el ajuste? Generalmente nos referimos con la palabra a un conjunto de medidas tales como la baja del gasto público o subida de impuestos, quizás una devaluación, y una situación general de "apretar el cinturón". Es decir, medidas que ningún político querría tomar.
En este post trataremos el aspecto más antipático -lo siento-: el déficit fiscal. ¿Qué significa que haya un déficit fiscal de $57.750 millones en el primer trimestre? Significa que el Estado nacional gastó $57.750 millones más de lo que recaudó. La suma de todos los gastos que efectuó fue mayor a la suma de impuestos y recursos que impuso a la población. ¿Es esto un problema? La mayoría de las veces, sí.
Para una familia es un problema gastar más de lo que obtiene de ingresos. Si bien el Estado no se rige totalmente por la mismas reglas que un hogar, padece al igual que el resto de los mortales la inevitabilidad de los límites económicos. Supongamos que Juan consigue $8.000 por mes y gasta $10.000. ¿Qué puede hacer Juan? ¿De dónde saca el dinero, si sus ingresos no le alcanzan?
1) Puede imprimir dinero. Bueno, si Juan lo hace, claramente irá preso. Sin embargo, el Estado sí puede hacerlo, aunque tiene un costo muy grande.
Si el Estado necesita $2.000 que no tiene para gastarlos, recurre al Banco Central, quien tiene el monopolio sobre la moneda y su creación. El Banco Central tiene la impresora (tanto metafórica como real) de dinero. Simplemente, imprime $2.000, se los presta al Estado y ¡listo! Se puede gastar.
Esto choca fuertemente contra nuestro sentido común. ¿Cómo puede alguien tener dinero ilimitado? Bueno, obviamente, no lo tienen. Como mencionamos antes en este blog, los precios suben al crearse nuevo dinero y gastarse. ¿Qué termina pasando? Inflación. Por lo tanto, esta opción es fuertemente restrictiva, aunque en los tiempos que corren es muy usual. Si el próximo gobierno quiere reducir la inflación, no le quedará otra opción que dejar de imprimir dinero nuevo a ritmos altos.
2) Puede endeudarse. Necesita que alguien le preste $2.000 para seguir gastando lo que quiere gastar. El banco puede acceder a prestarle $2.000, con la condición de que los devuelva con un interés. ¿Es útil esta opción? Depende. Si se va a endeudar todos los meses, claramente podemos ver que Juan terminará perdiendo todo su ingreso en pagar intereses -y ni hablemos de devolverle al banco- si se empeña en gastar $10.000.
El Estado puede hacer lo mismo. Puede tomar deuda de personas u organismos del exterior (el famoso Fondo Monetario Internacional o inversores extranjeros, a los cuales debemos unos U$S 1.500 que están en el limbo), o puede hacer promesas de pago a organismos argentinos. De hecho, esta segunda forma es la más preferida de los últimos años.
El Tesoro Nacional le debe al BCRA, por ejemplo, una suma de $268.350.000.000. El mayor fondo de la ANSES (el Fondo de Garantía de Sustentabilidad) es en un 65% préstamos al gobierno. En otras palabras, el Estado para cubrir sus gastos tuvo que pedirle prestado a lo largo de los años $292.000.000.000 al organismo encargado de la previsión social.
¿Cuál es el problema? Que la deuda hay que pagarla, y no es gratis. Endeudarse para pagar gastos que se van a realizar todos los meses requiere de cada vez más dinero para pagar los intereses de la deuda, lo que nos lleva a la próxima opción.
3) Puede aumentar sus ingresos. Para gastar $10.000 o terminar de pagar su deuda acumulada, Juan necesitará obligatoriamente aumentar sus ingresos (a menos que quiera caer en la quiebra y ser embargado). Deberá trabajar más o conseguir un ingreso extra de $2.000 para solventar sus gastos.
En el caso del Estado, hablamos de impuestos. Sin embargo, a este nivel de carga impositiva (por cada peso generado en la economía, el Estado se lleva 46 centavos), aumentar los impuestos se vuelve una tarea herculeana. No sólo por la molestia de las personas al tener que pagar más, sino porque la evasión (no pagar los impuestos) es una respuesta esperable. Por lo tanto, podemos suponer que no quedará otra opción más que:
4) Bajar los gastos. Si Juan baja su gasto a $8.000, se acaba el problema. El drama de este método es que, obviamente, a nadie le gusta dejar de gastar. Ni a Juan, que estaba cómodo comprando más cosas, ni a los comerciantes que recibían sus compras.
El Estado podría reducir sus gastos, aunque es un tema muy sensible políticamente. Los subsidios, que representan una cifra astronómica, abaratan las tarifas de las clases bajas, medias y altas. Claramente, nadie quiere pagar más por su gas o electricidad. Los salarios de los empleados públicos son otra gran porción del gasto, pero ¿quién quiere perder su trabajo? Por otra parte, eliminar los planes sociales sería obviamente la opción más impopular de todas.
Este año, el Estado tiene pensado gastar $1.250.000.000.000, o un billón doscientos cincuenta mil millones de pesos. El problema, de nuevo, es que no se puede gastar indefinidamente más de lo que ingresa, y al Estado nacional le quedan pocas opciones más que tener que reducir sus gastos.
Por lo tanto, delimitemos las opciones que tiene el próximo gobierno. ¿Puede hacer (1)? Si quiere bajar la inflación, que ya está en niveles altos, no. ¿Qué hay de (2)? Not so fast: Argentina sigue en default, lo que le impone tasas muy altas en dólares para endeudarse con el exterior. ¿Y seguir endeudándose con el BCRA o ANSES -alias "jubilados"-? Bueno, podría, pero se está llegando a niveles impagables.
¿Subir los impuestos (3)? Por lo que ya mencionamos, es una opción más dura que (1) o (2), y menos popular al ser más directa.
¿Qué podemos esperar que haga el próximo gobierno? No quedan muchas opciones. Sólo una, de hecho: deberá reducir sus gastos. ¿Te lo puedo asegurar? No. Pero si quieren bajar la inflación, deberán hacerlo.
Acá entra a jugar el trade-off: si queremos bajar la inflación, hay que bajar el gasto público para el mismo nivel de ingresos, o endeudarse -opción limitada-. Si queremos gastar más de lo que se recauda imprimiendo la diferencia, hay inflación.
Lamentablemente, sobre la Tierra todavía no existe un método para tener infinitos recursos. Ni para Juan, ni para el Estado.
¿Qué es el ajuste? Generalmente nos referimos con la palabra a un conjunto de medidas tales como la baja del gasto público o subida de impuestos, quizás una devaluación, y una situación general de "apretar el cinturón". Es decir, medidas que ningún político querría tomar.
En este post trataremos el aspecto más antipático -lo siento-: el déficit fiscal. ¿Qué significa que haya un déficit fiscal de $57.750 millones en el primer trimestre? Significa que el Estado nacional gastó $57.750 millones más de lo que recaudó. La suma de todos los gastos que efectuó fue mayor a la suma de impuestos y recursos que impuso a la población. ¿Es esto un problema? La mayoría de las veces, sí.
Para una familia es un problema gastar más de lo que obtiene de ingresos. Si bien el Estado no se rige totalmente por la mismas reglas que un hogar, padece al igual que el resto de los mortales la inevitabilidad de los límites económicos. Supongamos que Juan consigue $8.000 por mes y gasta $10.000. ¿Qué puede hacer Juan? ¿De dónde saca el dinero, si sus ingresos no le alcanzan?
1) Puede imprimir dinero. Bueno, si Juan lo hace, claramente irá preso. Sin embargo, el Estado sí puede hacerlo, aunque tiene un costo muy grande.
Si el Estado necesita $2.000 que no tiene para gastarlos, recurre al Banco Central, quien tiene el monopolio sobre la moneda y su creación. El Banco Central tiene la impresora (tanto metafórica como real) de dinero. Simplemente, imprime $2.000, se los presta al Estado y ¡listo! Se puede gastar.
Esto choca fuertemente contra nuestro sentido común. ¿Cómo puede alguien tener dinero ilimitado? Bueno, obviamente, no lo tienen. Como mencionamos antes en este blog, los precios suben al crearse nuevo dinero y gastarse. ¿Qué termina pasando? Inflación. Por lo tanto, esta opción es fuertemente restrictiva, aunque en los tiempos que corren es muy usual. Si el próximo gobierno quiere reducir la inflación, no le quedará otra opción que dejar de imprimir dinero nuevo a ritmos altos.
2) Puede endeudarse. Necesita que alguien le preste $2.000 para seguir gastando lo que quiere gastar. El banco puede acceder a prestarle $2.000, con la condición de que los devuelva con un interés. ¿Es útil esta opción? Depende. Si se va a endeudar todos los meses, claramente podemos ver que Juan terminará perdiendo todo su ingreso en pagar intereses -y ni hablemos de devolverle al banco- si se empeña en gastar $10.000.
El Estado puede hacer lo mismo. Puede tomar deuda de personas u organismos del exterior (el famoso Fondo Monetario Internacional o inversores extranjeros, a los cuales debemos unos U$S 1.500 que están en el limbo), o puede hacer promesas de pago a organismos argentinos. De hecho, esta segunda forma es la más preferida de los últimos años.
El Tesoro Nacional le debe al BCRA, por ejemplo, una suma de $268.350.000.000. El mayor fondo de la ANSES (el Fondo de Garantía de Sustentabilidad) es en un 65% préstamos al gobierno. En otras palabras, el Estado para cubrir sus gastos tuvo que pedirle prestado a lo largo de los años $292.000.000.000 al organismo encargado de la previsión social.
¿Cuál es el problema? Que la deuda hay que pagarla, y no es gratis. Endeudarse para pagar gastos que se van a realizar todos los meses requiere de cada vez más dinero para pagar los intereses de la deuda, lo que nos lleva a la próxima opción.
3) Puede aumentar sus ingresos. Para gastar $10.000 o terminar de pagar su deuda acumulada, Juan necesitará obligatoriamente aumentar sus ingresos (a menos que quiera caer en la quiebra y ser embargado). Deberá trabajar más o conseguir un ingreso extra de $2.000 para solventar sus gastos.
En el caso del Estado, hablamos de impuestos. Sin embargo, a este nivel de carga impositiva (por cada peso generado en la economía, el Estado se lleva 46 centavos), aumentar los impuestos se vuelve una tarea herculeana. No sólo por la molestia de las personas al tener que pagar más, sino porque la evasión (no pagar los impuestos) es una respuesta esperable. Por lo tanto, podemos suponer que no quedará otra opción más que:
4) Bajar los gastos. Si Juan baja su gasto a $8.000, se acaba el problema. El drama de este método es que, obviamente, a nadie le gusta dejar de gastar. Ni a Juan, que estaba cómodo comprando más cosas, ni a los comerciantes que recibían sus compras.
El Estado podría reducir sus gastos, aunque es un tema muy sensible políticamente. Los subsidios, que representan una cifra astronómica, abaratan las tarifas de las clases bajas, medias y altas. Claramente, nadie quiere pagar más por su gas o electricidad. Los salarios de los empleados públicos son otra gran porción del gasto, pero ¿quién quiere perder su trabajo? Por otra parte, eliminar los planes sociales sería obviamente la opción más impopular de todas.
Este año, el Estado tiene pensado gastar $1.250.000.000.000, o un billón doscientos cincuenta mil millones de pesos. El problema, de nuevo, es que no se puede gastar indefinidamente más de lo que ingresa, y al Estado nacional le quedan pocas opciones más que tener que reducir sus gastos.
¿Subir los impuestos (3)? Por lo que ya mencionamos, es una opción más dura que (1) o (2), y menos popular al ser más directa.
¿Qué podemos esperar que haga el próximo gobierno? No quedan muchas opciones. Sólo una, de hecho: deberá reducir sus gastos. ¿Te lo puedo asegurar? No. Pero si quieren bajar la inflación, deberán hacerlo.
Acá entra a jugar el trade-off: si queremos bajar la inflación, hay que bajar el gasto público para el mismo nivel de ingresos, o endeudarse -opción limitada-. Si queremos gastar más de lo que se recauda imprimiendo la diferencia, hay inflación.
Lamentablemente, sobre la Tierra todavía no existe un método para tener infinitos recursos. Ni para Juan, ni para el Estado.